jueves, 26 de octubre de 2017

12 Brahms: Un réquiem alemán


Estaba escuchando esta música maravillosa la tarde del 27 de mayo de 2016 cuando me llamaron al móvil y ponía "Mi padre". Quizá sorprenda la etiqueta pero después de 20 años sin hablarnos habíamos empezado a vernos a finales de julio de 2015. Me parecía mucho todavía poner "Papá". Pero no era él esta vez, sino la chica que lo cuidaba.

Su pasión desde que yo nací era Alemania y todo lo alemán, cuando empezó a ver cómo se trabajaba allí y a adaptar aquí la enseñanza de conductores, el material necesario, etc. También la mujer con la que vivió 40 años (su segunda esposa) era alemana. Le cambiaron hace tres meses la vitrocerámica porque un rayo que cayó en su casa le fundió todos los aparatos, y le pensaba pedir al seguro que se llevara la Balay que le habían puesto (no es alemana). Así que después de dos años con este blog parado, más tranquilo, más desengañado y algo biónico me parece que está bien proseguir así.

Una novelita casi rosa, Aimez vous Brahms? ─de Françoise Sagan, conocida por Bonjour tristesse, ambas convertidas en buenas pelis─ es la más frívola referencia al que es quizá mi compositor/persona favorito (y ya sabes que siempre está la amistad y el amor, Clara y Robert Schumann).
La versión que prefiero tiene 55 años, con los dos máximos intérpretes vocales del repertorio alemán, y un director de los grandes del siglo. Lo curioso es que en la portada figura el ángel que pesa las buenas y las malas obras en el Juicio final, en ese cuadro de van der Weyden (del Hospicio de Beaune) para que vayas a verlo (y no tan lejos Grünewald en Colmar).



El texto en español, que creo que semi-traduje hace más de 20 años, verás que no sigue el texto de la misa clásica de difuntos en latín (por eso "alemán", aunque a veces se siente que no es por el idioma sino por el pueblo alemán, yo al menos, pensando en su destino en la primera mitad del XX.) 

Ein deutsches Requiem de Johannes Brahmsel réquiem de un agnóstico o la misa de difuntos de un escéptico que medita sobre la vida y la muerte. Escrita a partir de textos bíblicos que nos hablan más de misericordia y compasión que de vida eterna o de un juicio final, la pieza no tiene intencionalidad sacra ni aplicación litúrgica; simplemente Brahms plantea una reflexión desde un punto de vista estrictamente humano y lejos de todo sentido trascendente. 


Y Borges, cómo no, mi maestro, y eso que no tenía gran cultura musical ("Yo que soy un intruso en los jardines que has prodigado a la plural memoria..."), pero decía en las entrevistas que le gustaba Brahms ("...ni símbolo, ni espejo, ni gemido, tuyo es el río que huye y que perdura"), quizá porque se lo dijo así Bioy, y escribió un texto que habla del destino y de la muerte (más o menos heroica, más o menos vergonzosa).   

Deutsches Requiem (El Aleph, 1949)
Aunque él me quitare la vida, en él confiaré. Job 13:15 
"Mi nombre es Otto Dietrich zur Linde. Uno de mis antepasados, Christoph zur Linde, murió en la carga de caballería que decidió la victoria de Zorndorf. Mi bisabuelo materno, Ulrich Forkel, fue asesinado en la foresta de Marchenoir por francotiradores franceses, en los últimos días de 1870; el capitán Dietrich zur Linde, mi padre, se distinguió en el sitio de Namur, en 1914, y, dos años después, en la travesía del Danubio. En cuanto a mí, seré fusilado por torturador y asesino. El tribunal ha procedido con rectitud; desde el principio, yo me he declarado culpable. Mañana, cuando el reloj de la prisión dé las nueve, yo habré entrado en la muerte; es natural que piense en mis mayores, ya que tan cerca estoy de su sombra, y a que de algún modo soy ellos.[...]"
N°1. Coro (Mateo y Salmos) — Entrada en materia, después de una corta introducción de la orquesta en que dominan las violas y cellos, doloroso lamento, el coro (andantino), hace esperar dulcemente a los que sufren el consuelo de Dios. Llena de tristeza y de esperanza es la frase envolvente que se detiene unos instantes para dar brevemente la palabra a los instrumentos, sobre todo al oboe. Luego se desarrolla el segundo motivo en menor: «Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán», en donde se dan esas armonías preferidas por Brahms, de profundo sentimiento.
La melodía, sostenida por el acompañamiento en tresillos, como si fuera el latido de la orquesta, se expande con las palabras «con regocijo segarán». Tras una introducción del coro, en que los cellos vuelven al motivo de la introducción, las voces se van apagando melodiosamente en pianissimo.
El primer coro reaparece para acabar en una breve y hermosa apoteosis con participación de las arpas. Brahms ha suprimido los violines para dar al conjunto de la trama musical un carácter más grave y solemne.


Hay momentos en la vida de Brahms (1833-1897) que me imagino con facilidad. Así, ese decisivo en que, con 20 años, conoce a Robert (43) y Clara (34) el 30 de septiembre de 1853, al presentarse con una carta de recomendación de su gran amigo, el violinista Joseph Joachim, en Düsseldorf. Schumann no le pide el título del conservatorio (jeje) sino que le hace tocar. Y Brahms toca su primera composición publicada, Opus 1, su Sonata en Do

Aunque al poco de empezar, Robert le detiene para llamar a Clara y que escuche también. Hay que imaginar a ese Brahms rubio, tímido y atractivo, que venía de tocar en los burdeles de su ciudad, Hamburgo. También tocó su Opus 2, su segunda sonata.

Del Diario de Clara:
Ha venido a vernos alguien como enviado del cielo. Era conmovedor verle delante del piano, con su bello rostro transfigurado por la música. Sus delicadas manos eran capaces de superar las mayores dificultades técnicas (su música es muy difícil). Le espera un gran futuro. Tiene que escribir pronto para orquesta. Ahí encontrará el verdadero medio para desarrollar su imaginación.
Robert:
Visita de Brahms (un genio).
 Al día siguiente fue a buscarle, le abrazó y le dijo "Te he esperado desde hace mucho tiempo". Y unos días después publica en la revista musical de Leipzig el artículo Nuevos caminos:

Con frecuencia, aunque absorbido por una actividad intensa, me he sentido impulsado a escribir acerca de novedosos e importantes empeños que anuncian una nueva era musical. Yo pensaba, mientras seguía con el más vivo interés los caminos recorridos por estos elegidos, que algún día aparecería alguien que haría palidecer la más alta expresión del tiempo, alguien que habría alcanzado la perfección no a través de un desarrollo gradual, sino de golpe, como Minerva cuando irrumpe armada con la cabeza de Júpiter. Y ha aparecido esta nueva sangre, cuya cuna han velado Gracias y Héroes. Se llama Johannes Brahms. Recomendado por un maestro conocido y amado, ha llegado desde Hamburgo, donde componía en silencio. (…)
Emanaban de su persona todos aquellos signos que esperábamos: ¡un elegido! Cuando se sentó al piano, empezaron a desvelarse ámbitos maravillosos: nos vimos arrastrados a una espiral cada vez más mágica. Añádase a esto un modo de tocar extraordinariamente genial, que transforma el piano en una orquesta. Ahí están las sonatas como transparentes sinfonías, los fragmentos para piano y las sonatas para violín y piano, e incluso los cuartetos para cuerda, tan distintos entre sí que parecen nacidos de fuentes diferentes. (….)

Si dirige su varita mágica hacia las masas corales y orquestales, podremos escuchar pasajes todavía más emocionantes. Puede fortificarle en esta misión el genio más elevado, y todo hace suponer que será así, porque en él vive otro “genio”, el de la modestia. Sus compañeros le saludan en sus primeros pasos en el mundo, donde quizá lo esperen heridas, pero también le esperan laureles y aplausos. Nosotros le damos la bienvenida como a un valeroso combatiente.  

Parece mentira que el Réquiem sea una obra compuesta con treinta y tantos años (el estreno de la versión final fue en 1869). Lo más probable es que la ocasión fuera la muerte de su amigo Schumann primero (1856), y de su madre después (1865). Pero afirmaba que estaba compuesto "para toda la humanidad". "Con gusto cambiaría la palabra alemán por humano en el título."
Este segundo número (Pedro, Santiago e Isaías), lento y con carácter de marcha (fúnebre) es también coral y en tres partes. Después del crescendo inicial, el coro canta las virtudes de la paciencia ayudado por la flauta y el arpa. Vuelve la marcha fúnebre prolongando el coro "Mas la palabra del Señor permanece para siempre", para terminar asegurando el retorno de los justos a Sión.

Brahms, que tanto admiraba a Bach, y en quien también se inspiró para el inmenso passacaglia final de su Cuarta Sinfonía, dijo haberse basado para el tercer número (03. Herr, lehre doch mich) en el inicio de la cantata 27:

Soprano: ¿Quién sabe si mi fin está cercano? Mi Dios amado es el único que sabe si mi transcurrir por esta tierra será corto o largo. El tiempo camina por una senda, la muerte por otra, Alto:y, finalmente, ocurre que por distanciados que estén, acabarán por encontrarse.¡Ay qué rápido y fugaz llegará mi fin! Tenor: Quién sabe si hoy mi boca hablará por última vez. Por eso continuamente digo: ¡Dios mío, te ruego que la sangre de Cristo pueda ampararme en mi final!

Andante moderato, es un canto desolado en tres partes con contrabajos y timbales, para el barítono solo y un coro sobre pizzicati de cellos, que termina en una conclusión de forma fugada y colores metálicos (tuba, timbales). 


En la estructura simétrica de 7 movimientos del Réquiem (el cuarto, central), este tercero (Salmos, Sabiduría) en que la voz masculina muestra su desesperanza será respondido por el quinto en que la mujer redime y consuela ─¿se puede decir esto?─.

Escribe Eugenio Trías al comienzo de su ensayo Tema y variaciones:
La figura de Brahms se agiganta a medida que transcurre el tiempo. Sobrevuela con creces la polémica a la que se vio arrastrado: entre los partidarios de la música del porvenir (Liszt, Berlioz, Wagner) y la defensa de la música absoluta, promovida por el crítico Hanslick.
Brahms encarnaba para los progresistas la quintaesencia del conservadurismo musical.

En lugar de suscitar ruptura había optado, según una opinión muy extendida, por el perfeccionamiento de la gran tradición (Beethoven, Mendelssohn, Schumann). Entre la perfección y la innovación había elegido lo primero. Arnold Schöenberg (nada menos que él), a partir de un célebre ensayo (Brahms el progresista), fue de los que antes contribuyeron a rebatir esta falsa opción.

4. Wie lieblich sind deine Wohnungen
El centro, el foco, tanto formal como psicológico, que Brahms muestra con dulces armonías. Puramente vocal, la parte más cargada de esperanza y serenidad. (Salmos)


5. Ihr habt nun Traurigkeit
Este estado sigue así en el siguiente movimiento, uno de los solos de soprano más emocionantes de la historia de la música, recogido, sereno, expresa un abandono tierno y noble. (Juan, Isaías, Apócrifos)

No puedo ahora hablar del hombre Brahms, su vida desde Hamburgo hasta Viena, la amistad profunda y el amor profundo con Robert (durante menos de 3 años) y Clara (más de 40 años. ¡Y no encuentro ni una sola foto juntos!).

Un breve detalle: Si Brahms no escribió nada "regular" en su vida, sus últimas obras para piano, clarinete y voz son maravillosas. En mayo de 1896, después de 40 horas de viaje, llegó a Bonn para enterrar a su adorada Clara. Desde entonces su (magnífica) salud fue deteriorándose, perdió el apetito, adelgazó y se fue debilitando hasta que el 3 de abril de 1897 falleció de cáncer. Los católicos vieneses adoran los funerales de personalidades, aunque sea de un agnóstico que vivió sin ostentación ni lujos. La procesión cruzó el río hasta la famosa sala de la Musikverein, en esta ocasión cubiertos sus dorados de negro luto. El coro Singverein cantó su Op. 93-4, Fahr wohl!, (Adiós, que he traducido rápido del inglés). La leyenda dice que los pájaros del vecino Resselpark también acompañaron al coro. El último gran maestro del Romanticismo y de la tradición clásica fue enterrado en el cementerio Central junto al monumento a Mozart y las tumbas de Beethoven, Schubert y Johann Strauss. Brahms ya había preparado años antes un "epitafio" para él, su música, su época y la verdad de la humanidad: Hasta la belleza debe morir.

Adiós pajarillo que ahora has de marcharte, termina el verano y tú te vas con él.
Adiós hoja pequeña que ahora has de caer, pintada de rojo por el lánguido otoño.
Adiós vida, que ahora mueres, pero no puedes morir, y crecerás nueva de la tumba.
¡Adiós! En las largas noches de invierno mi espíritu verá en sueños lo que antes vieron mis ojos.
Adiós, todas las cosas amadas deben dejarnos.
Y si no pudiera verte nunca más: Adiós, adiós, adiós.

Esta parte 6 (Denn wir haben hie keine bleibende Statt) es la más desarrollada de todas, la de más resonancias religiosas, en donde vuelven a dialogar el barítono y el coro con pizzicati, grandes ascensos vocales y espirituales del coro, terminando en una potente doble fuga, queriendo representar la muerte de la Muerte y la gloria del Señor. Así consigue despojar de horror el imperio de la muerte, confiando en la redención del Juicio final, vigorosos instrumentos de viento que anuncian la resurrección de los muertos. (Hebreos, Corintios, Apocalipsis.)


Brahms, en casi toda su obra orquestal, posee un estilo trágico (purificado) derivado del heroico de Beethoven hacia el lado del dolor de vivir. Sentimiento, emoción, inquietud, tensión, angustia acaban en reconciliación, en paz, al estilo de las cantatas de Bach. Como si a través de Beethoven se hubiese reencontrado con el espíritu de Bach, pero con escepticismo trágico, sin la fe luterana del gran relato cristiano. Lo trágico como símbolo de la existencia, la mediación simbólica como argumento, las cuidadas y elaboradas construcciones formales como soporte riguroso de su narración.


Pocos meses después de conocer Brahms a los Schumann, Robert se intentó suicidar en el Rin y tuvo que ser internado en un psiquiátrico, donde murió dos años y medio después. Brahms volvió a Düsseldorf, sacrificándose por la familia durante todo este tiempo. "Si no hubiera tenido a Brahmsun verdadero amigo, no sé cómo podría haber sobrevivido", le escribió Clara a una amiga. "Llegó [Brahms] como un verdadero amigo, para compartir todo mi sufrimiento; pudo calmar mi corazón que iba a romperse; aligeró mi espíritu, y lo hizo brillar cuando pudo. Fue mi amigo en el sentido total de la palabra." Así escribió Clara a sus hijos, aun pequeños, a la muerte de Robert.

"Muchos otros quizá puedan comprender y explicar mejor su música, pero nadie puede sentirla más que yo ─los lados más tiernos y profundos de mi alma vibran con ella.", escribió acerca de una de las composiciones que "la" dedicó, la Sonata para violín en Sol mayor. Su confianza mutua duró más de 40 años, a veces con desacuerdos, claro, como uno de los últimos (cumpleaños 75 de Clara) respecto a arreglos en la última sinfonía de Schumann. "Permite a un pobre extraño decirte hoy que sigue pensando en ti con la misma reverencia que siempre te tuvo, y desde el fondo de su corazón te desea ─la persona más querida para mí─ una larga vida, todo lo bueno y mucho amor. Ay, que sea para ti más extraño que nadie... Pero te repito que tú y tu marido me distéis la más hermosa experiencia de mi vida, sus mayores tesoros y sus momentos más nobles."

"Hoy he enterrado a la única persona a la que amé." Era 20 de mayo de 1896, Brahms moriría once meses después. Antes tuvo tiempo de componer sus Vier ernste Gesänge, Op. 121, 4 cantos serios, para voz baja (Hans Hotter o Kathleen Ferrier asustan) , pensando en Clara. ... cerrar este ciclo de muertes.

A veces, algunos compositores no son tan exigentes con toda su obra, incluso algún movimiento es algo descuidado, casi siempre al final, como si ya quisieran resolver la faena. No así Brahms, que trabaja cualquier composición del primer compás al último. Termina su Réquiem con el Apocalipsis (14-13) 


(7. Selig sind die Toteny vuelve al espíritu del comienzo. 
Cierra el círculo con una meditación grave y transparente, donde los arpegios del arpa parecen la música (arte de las Musas) de las esferas (Pitágoras, Kepler et al.). No hay Ira de Dios ni amenazas ni castigos ni fuego eterno, y es un movimiento sereno que termina en paz. La instrumentación necesaria es de una mediana orquesta romántica con piccolo y arpa. No busca Brahms una estructura grandiosa, ni un doble coro con quienes desarrollar el contrapunto que tan bien dominaba, sino las habituales cuatro voces.

En Una lectura contra Shakespeare, George Steiner relata que Wittgenstein confesó en una ocasión “que el movimiento lento del tercer cuarteto de Brahms le había llevado dos veces al borde del suicidio” (Pasión intacta. 2001, 96). En otro sitio (Fragmentos. 2016, 68) dice que fue "la única barrera que lo alejó del suicidio". En cualquier caso...

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